Si somos usuarios asiduos de teléfonos móviles, ver el documental Sangre en el móvil puede resultarnos, como mínimo, incómodo. Según este conocido trabajo, buena parte de los minerales utilizados para producir nuestros terminales procede de minas situadas en la República Democrática del Congo y conectadas con grupos armados que las utilizan para financiar una cruenta guerra. “En los últimos 15 años ha costado las vidas de más de 5 millones de personas y la violación de 300.000 mujeres”, explican sus realizadores.
¿Podemos hacer algo?
Amnistía Internacional defiende que sí. Para ello promueve el reciclaje de los móviles usados, que sirve a la vez “para reducir la demanda de componentes como el coltán”, asociado a los conflictos armados y también al trabajo infantil; para reciclar sus elementos respetando el medio ambiente, o para recaudar fondos que contribuyan a la defensa de los derechos humanos.
Entregando los móviles usados se obtiene una compensación económica, con la opción de donar una parte o su totalidad a una ONG como la mencionada u otras como Intermon Oxfam.
Con ello, además de reducir la extracción de minerales en condiciones humanas más que dudosas, se evita la destrucción de valiosos bosques tropicales, como explicó la conocida etóloga Jane Goodall en una visita a Barcelona a raíz del evento Mobile World Congress. Su campaña Movílizate por la selva es otro de los proyectos a los que se puede donar el valor de un teléfono usado, en este caso para contribuir a iniciativas de conservación de la naturaleza.
Por su parte, Acción Contra el Hambre ha lanzado recientemente la campaña Movilsolidario. En cooperación con una organización para el tratamiento del síndrome de Sanfilippo -una de las denominadas “enfermedades raras”, que ocasiona una degeneración grave del sistema nervioso central en niños-, la iniciativa cede “el 100 % del dinero obtenido a la lucha contra el hambre y la investigación médica”.
Móviles en positivo
Acciones así reducen los impactos negativos de los teléfonos móviles, que como también recuerdan desde Amnistía Internacional pueden ser “una poderosa arma para defender los derechos humanos, en cualquier momento y desde cualquier lugar”, y nos permiten contribuir, por ejemplo, a una difusión rápida de las injusticias.

Muchos residuos electrónicos occidentales se acumulan en vertederos de otros países (fotograma de Comprar, tirar, comprar)
Por otro lado, además de asegurarnos de que los aparatos usados tienen un destino más racional, para que el impacto de los móviles sea sobre todo positivo, hace falta algo más. Como indica en su blog Dídac López, cliente de Triodos Bank, “se estima que el usuario español cambia de móvil, como media, cada 18 meses”, algo que por si solo puede hacer que nos preguntemos si es realmente necesario. Más aún al saber cuáles son los costes humanos y medioambientales de su producción, a veces menos conocidos que los detalles técnicos o estéticos del último modelo.
¿Ha llegado la hora de extender el consumo responsable también a la forma en que nos comunicamos?
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